El proyecto Luna nace con el propósito de acompañar en todas las etapas de la maternidad y paternidad

El Proyecto Luna es un espacio de acompañamiento terapéutico para las personas que están en proceso de maternidad o paternidad: desde el momento de búsqueda de un embarazo, hasta la crianza, tanto en el primer momento como a lo largo de toda la educación.

El objetivo del programa es ayudar a que cada uno encuentre la manera de estar con sus hijos e hijas, en el modelo que elijan. Aparecen dificultades e interferencias de la propia historia tanto en hombres como en mujeres, e  independientemente del tipo de crianza o educación que elijamos.

Para conocer en detalle el Proyecto Luna, hablamos con Eva Inés, psiquiatra, psicoterapeuta humanista y directora del Centro Terapéutico Gaztambide 17.

Eva, nos gustaría conocer cómo surge el Proyecto Luna.

El programa de acompañamiento para los procesos de las maternidades y las paternidades nace hace más de catorce años,  a partir de nuestra experiencia como madres: después de haber hecho terapia personal, nos dábamos cuenta de lo importante que era ser consciente de los conflictos individuales que afloraban en la relación con nuestros hijos e hijas.

Sentimos  entonces la necesidad de acompañar esta crisis, en la que entramos tanto hombres como mujeres cuando somos padres y madres. Es una crisis muy importante porque lo que somos antes de ser madres y padres entra en conflicto con cómo nos comportamos después, y esa crisis de identidad y de adaptación genera con frecuencia problemas de pareja, en nuestro estado de ánimo, nuestra capacidad como cuidadores, en definitiva, confusión y sufrimiento.

¿Cuáles son los beneficios de iniciar una terapia individual?

En Proyecto Luna, la terapia que proponemos es combinada individual y grupal, pero siempre empezamos con el proceso individual. En ella, hacemos una vinculación con nuestra terapeuta, a la que nos abrimos al mostrar nuestras dificultades, y con ella aprendemos a ver nuestra historia, a entender por qué tenemos unas reacciones de un tipo o de otra, a sentirnos acompañadas en nuestra vulnerabilidad, a normalizar, a aprender con humildad, a aceptar lo que nos pasa y a juzgarnos menos.  Esa experiencia terapéutica profunda, en la que adquirimos seguridad y tranquilidad, hemos comprobado que nos ayuda a estar de otra manera con nuestros hijos e hijas. Si tenemos la experiencia de sentirnos acompañadas y acompañados en lo que nos pasa, también podemos acompañar mejor lo que les pasa a nuestras hijas e hijos.

¿Qué aspectos se analizan en la terapia individual?

¿Cuál es nuestra historia biográfica? ¿Cómo se han vinculado con nosotros nuestros padres o nuestros seres de referencia? ¿Qué roles que hemos aprendido? Todo eso entra en juego de una manera importante porque la aparición de un ser dependiente al cien por ciento de nosotros despierta la experiencia que tuvimos cuando fuimos dependientes, y cómo lo hicieron las personas que nos cuidaron. Es frecuente estar pendiente de hacerlo como aprendimos, o lo contrario, de estar rechazando internamente el modelo que nos dieron, y no querer hacerlo como mi madre o mi padre; es igual de frecuente vernos haciendo por inercia (y aprendizaje) lo contrario de lo que queremos decidir hacer… Nos remueven muchas cosas que nos han pasado, los roles que hemos aprendido…

Porque en esta generación, los roles de género que hemos interiorizado, los modelos de cómo ser madres, padres o pareja, no sirven, generan mucha frustración e insatisfacción, y de hecho, se producen muchas rupturas cuando la carga del cuidado de los hijos es grande.

En nuestra experiencia, la toma de conciencia de nuestra historia y nuestras experiencias nos ayuda ser más libres, a elegir y construir nuestro camino con mayor capacidad de compromiso y satisfacción.

¿Y en la terapia grupal?

Los grupos de terapia de madres y padres profundizan en su manera de estar en el mundo y con sus hijos e hijas. Vernos en espejo nos ayuda a entender, a entendernos y a empatizar con lo que les pasa a otras personas. Se va dando una reparación en general, con nosotras mismas y con los demás.

Si que me gustaría aclarar que no son grupos de crianza porque nuestro objetivo no es abogar por un estilo de crianza sino que el vínculo con los hijos e hijas sea fuerte, y satisfactorio, en la manera que cada persona construya, encuentre y decida.

El amor a los hijos y a las hijas nos hace ser muy generosas en el trabajo terapéutico. Nos hemos encontrado en los grupos de madres y padres que hay una motivación añadida para transitar un camino de autoconocimiento, aunque duela, porque queremos realmente que las hijas e hijos  estén bien.

Nos parece un proceso muy agradecido para entrar en contacto con uno/a mismo/a y con nuestro niño o niña interior, porque en el camino de entender a nuestros hijos e hijas nos encontramos con nuestra vulnerabilidad.

¿Quieres saber más?