Adopción: no es lo mismo comprender que patologizar

(Por Teresa Crespo, psiquiatra especializada en niños y adolescentes).– En el año 2020 se realizaron en España 537 adopciones de menores de edad de origen nacional, y 195 de origen internacional.

Las personas adoptadas, como cualquier grupo, difieren muchísimo entre sí, tanto por su punto de partida y su estado a la llegada a su nueva familia, como por su recuperación tras las adversidades del inicio, las características de las familias en las que se integran y, por supuesto, por las diferencias que nos hacen a cada uno único y diferente de los demás.

Incluso aquellas personas adoptadas desde muy pequeñas llevan consigo unos antecedentes genéticos. Sin embargo, muchos de estos genes sólo se activarán si el ambiente o las circunstancias vitales posteriores así lo propician (es lo que llamamos epigenética). Así, personas que tenían una historia familiar biológica de enfermedad genética (como por ejemplo, esquizofrenia), viviendo en un entorno familiar con buena dinámica y funcionamiento, no desarrollaron ningún síntoma.

Además de los genes, las condiciones en las que se ha producido la gestación, tanto en cuanto a las influencias médicas (consumo de sustancias como el alcohol, deficiencias nutricionales, estrés…) como en el vínculo con las personas de las que se ha rodeado en los primeros meses o años, forman parte de la mochila con la que el niño/a llega a su nuevo hogar. A veces, incluso, ha podido vivir estancias en ambientes institucionales más o menos enriquecidos o negligentes.

Y por si no fuera suficiente, cada familia adoptiva tiene su propia historia: madres y padres con historia emocional y de salud muy diversa; con mayor o menor trabajo de sus propias dificultades; con mayor o menor capacidad para reajustar sus expectativas iniciales a la realidad de su hija o hijo adoptivo; más o menos capaces de entender las necesidades específicas ligadas a la identidad adoptiva y la necesaria comunicación a propósito de la misma; con más o menos recursos personales, sociales y profesionales a su alcance; con mayor o menor predisposición y capacidad para hacer buen uso de ellos…

Pese a toda esta diversidad, es común que se asocie la adopción con psicopatología, cuando los resultados de muchos estudios muestran que la mayor parte de las personas adoptadas funcionan dentro de los parámetros de una adecuada salud mental.

En diferentes estudios realizados, globalmente, las personas adoptadas presentan más problemas de salud mental que sus compañeros/as no adoptados/as. Sin embargo, mirando más detenidamente, la magnitud de estas diferencias es pequeña o muy pequeña para el total de problemas y para los de tipo externalizado (agresión, impulsividad, conductas que molestan o hacen daño a otros…); con diferencias no significativas para los problemas internalizados (ansiedad, depresión, malestar psicológico).

Además, aparece un dato muy interesante: cuando la información sobre salud mental se recoge directamente de las personas adoptadas y de sus compañeros/as no adoptados/as, se obtienen diferencias mucho menores o incluso no se obtienen diferencias, mientras que estas son mayores cuando los datos se recogen a las madres/padres/familias. Esto suele mostrar la atención y preocupación de las familias acogedoras, que suelen estar más pendientes y alerta ante la aparición de signos de malestar, y por tanto puede sumar un sesgo a la percepción de salud mental de este grupo. Sí es cierto que, cuando miramos exclusivamente a aquellas personas que llegan a solicitar ayuda o necesitar tratamiento por parte de salud mental, la gravedad o el número es mayor entre aquellas personas adoptadas. Por eso, se produce una falsa sensación de que la inmensa mayoría de personas de este perfil desarrolla problemas de salud mental.

Cuando existen, esas diferencias tienen seguramente mucho que ver con el pasado pre-adoptivo, pero también pueden relacionarse con las complejidades de la identidad adoptiva y con las experiencias posteriores a la adopción.

Por tanto, tan contraproducente sería asociar la adopción inmediatamente con patología, como obviar y quitar importancia a que no es posible un proceso de adopción sin una adversidad previa, que además ocurre en momentos vitales muy sensibles y de especial vulnerabilidad a los cambios. El saber mirar y comprender, trabajar y acompañar, de los ambientes familiares pueden compensar la adversidad inicial y activar la capacidad de recuperar y sanar que todos tenemos, aunque cada uno con su propio margen.

Tanto los profesionales implicados en el cuidado del niño/a que llega a su nuevo hogar como sus familias adoptivas, deberían tener en consideración, además de la trayectoria previa de separaciones, pérdidas y probables experiencias traumáticas del menor: la mayor complejidad que añade al desarrollo de la identidad de cada uno el desarrollo de su identidad como personas adoptadas; la existencia en algunos casos de los componentes específicos de la identidad étnica y racial; la búsqueda de orígenes; la minimización y falta de comprensión de las pérdidas y duelos que han experimentado y el padecimiento frecuente de micro-agresiones y estereotipos sobre su origen, etnia y condición de personas adoptadas.

Así, y aunque cada persona y proceso son únicos, existen una serie de necesidades que siempre deberíamos tener en cuenta cuando llega un pequeño/a adoptado/a a nuestra familia, o como profesionales siempre que se nos solicite ayuda en estos casos:

  • Siempre hay una historia previa, en algunos casos más corta y menos adversa, y en otros algo más larga y complicada.
  • Aunque legalmente son hijos/as sólo de sus adoptantes, en su biografía hay dos familias. La familia de origen desaparece jurídicamente, pero tiene una presencia psicológica inevitable, más acentuada en unos casos que en otros y en unas etapas de la vida que en otras.
  • Saber que se es adoptado o adoptada es un derecho que genera en los adoptantes la obligación no sólo de informar sobre la adopción, sino también de ayudar a entender y asimilar la historia personal, así como de ayudar a aceptar la existencia de posibles lagunas en la información de que se dispone.
  • Con frecuencia, la adversidad vivida antes de la adopción se traduce en algunas dificultades o problemas que los adoptantes tendrán que ayudar a superar en la medida de lo posible. La adopción no pone el contador vital del adoptado/a a cero, pero supone una maravillosa oportunidad de orientar su trayectoria vital en una dirección claramente positiva.
  • Los niños/as adoptados/as necesitan que se entiendan, se acepten y se respeten su historia previa, sus características, su cultura de origen y su identidad étnica. Gracias a esa aceptación, su integración personal, familiar y social será mucho más positiva y feliz.
  • Jurídicamente, la adopción es algo que ocurre en un momento concreto. Psicológicamente, la adopción estará presente en la vida de los adoptados/as para siempre (lo que no quiere decir, en absoluto, que los adoptados piensen continuamente en su adopción).
  • Depende de los adoptantes que la vivencia de la adopción sea más o menos positiva. La gran mayoría de quienes adoptan consigue que la adopción sea una experiencia muy feliz tanto para ellos como para sus hijos/as adoptivos/as.

 

BIBLIOGRAFÍA:
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