Pensamientos intrusivos o fobia de impulso

Estás cortando queso y de repente te surge el pensamiento de ¿qué ocurriría si de repente le clavo el cuchillo al perro? Perro al que adoras y desde luego, jamás se te ocurriría hacerle daño.

Te asomas a la ventana y se te pasa por la cabeza la duda de ¿qué ocurriría si me tirara? Nunca has tenido ideas suicidas, ni te plateas hacerte daño.

Estás estudiando, de repente notas una palpitación en el pecho, y no puedes parar de pensar que “me va a dar un infarto”.

Tienes a tu bebé en brazos, y de repente piensas en hacerle daño…

Pensamientos de este tipo te asustan, te hacen plantearte si estás loco o loca. Piensas de ti que eres una persona horrible. Te empiezas a preguntar ¿seré capaz de hacer esto que pienso? ¿Va a ocurrir esto que pienso? ¿Pensar en esto hará que ocurra?

Para tu tranquilidad te diré que ni eres una mala persona, no te estás perdiendo la cordura, no vas a cometer ninguna atrocidad, y en el fondo, ni siquiera deseas lo que piensas.

¿Qué es lo que me ocurre?

Lo que te está pasando es lo que en psicología se llama fobia de impulsión o fobia de impulso. Son pensamientos de carácter intrusivo. Su contenido suele estar relacionado con:

  • Seres queridos.
  • Con una misma o uno mismo. Incluida nuestra ética o la idea que tenemos de nosotras mismas.
  • Con cosas que apreciamos mucho.
  • Mascotas que son importantes.

 

Aparecen de forma repentina, y sobre cosas inapropiadas. El contenido suele dividirse en tres categorías:

  • De tipo agresivo.
  • De contenido sexual.
  • Blasfemos.

 

Usualmente están relacionados con tener accidentes mortales, agresiones, atracos… Tanto sufrirlos como perpetrarlos.

Algunos ejemplos

Ir conduciendo y tener miedo a provocar un accidente o sufrirlo. Pensar que alguien va a morir por pensar en su muerte. Que podemos agredir o hacer daño a otras personas que queremos y nos importan.

¿Y si se muere alguien, y si le hago daño a alguien, y si cruzo sin mirar, y si suelto las manos del volante…?

También hablarse mal a una misma o mismo, insultarse, cuando realmente no se siente así.

Un pensamiento típico que suele aparecer en el posparto es el hacer daño al bebé. Asustan mucho, evidentemente.

¿Por qué ocurren?

Los pensamientos intrusivos, como he dicho antes, no es que te vayas a trastornar, ni que seas una mala persona. Son un síntoma de ansiedad desmesurada. Como lo puede ser la presión en el pecho, la sudoración, las taquicardias, la sensación de falta de aire o tener un ataque de pánico.

Asustan, entre otras cosas, porque no se suele hablar de ellos. No se entiende porqué aparecen. Si se habla de ellos el entorno no suele entenderlo. Al final se viven en silencio, lo que aumenta la angustia y se crea un círculo vicioso del que es difícil salir sin ayuda. Que no se hable de ellos no significa que no existan, y que no se sientan los efectos de los mismos en forma de más ansiedad y mucha perturbación.

Es precisamente ese silencio y ostracismo sobre el contenido de esos pensamientos lo que hace que se vivan con tanta angustia, miedo o pavor.

Todas las personas hemos tenido un pensamiento de tipo intrusivo en algún momento. Lo que puede hacerlo más problemático es la respuesta a ese pensamiento. Podemos dejarlo pasar como uno más, o vamos a querer evitarlo a toda costa y luchar contra él.

El querer que no aparezca, el intento de control es lo que le da más poder e intensifica, hace que aparezca con más frecuencia, aumentando la angustia, el dolor y la desesperación.

Y como no se comparte, el malestar se vive en silencio provocando un gran impacto en la calidad de vida de la persona que los sufren.

Lejos de ocurrir este tipo de pensamiento en personas crueles o perversas, se suelen dar más en personas que quieren hacerlo todo perfecto. Con tendencia al control. Un alto sentido de la responsabilidad y gran autoexigencia. Querer hacerlo todo bien. Con unos valores y una moralidad de querer hacer el bien, querer complacer o evitar los conflictos.

Estas personas en momentos de estrés y ansiedad, en las que sienten que la situación les supera, suelen aparecer este tipo de pensamientos obsesivos.

Por eso, por ejemplo, una madre que quiere hacerlo todo bien para el bienestar de su hijo, puede tener este tipo de pensamientos debido a la autoexigencia por querer hacerlo todo perfecto en un marco de mucho cansancio y falta de sueño. Eso la hace pensar que es una mala madre o incluso que no merece ser madre. Que ese bebé no la merece como madre… y acabar complicándose con una depresión puerperal.

Este tipo de pensamientos acarrean mucho sufrimiento, culpa, vergüenza y miedo.

Diferencia con la rumiación

La gran diferencia entre una fobia de impulso, y una rumiación es que esta última suele estar relacionada con nuestro día a día, con algo que hay que hacer, dejar de hacer, con cosas pendientes. Les damos vueltas para que no se nos olviden.

Las fobias de impulsión suelen ir contra todos nuestros valores. Van contra lo que uno cree o quiere. Y van acompañados de mucha angustia, malestar y perturbación.

La rumia va acompañada de ansiedad, pero sin la carga añadida de la perturbación de la vergüenza o el miedo.

¿Cómo superarlo?

  1. Lo principal es normalizarlo. Que no se hable de ello no significa que no existan. Busca información sobre ello, y podrás ver que no estás perdiendo la chaveta, solo es ansiedad desmedida.
  2. Míralo como una guía. Te están señalando que estás sometida a mucha ansiedad. Puede que te cueste verlo y reconocerlo. Puede que hayas normalizado un ritmo o responsabilidades que no te hacen bien.
  3. Analiza qué está pasando en tu vida para justo en este momento aparezcan o sean más intensos. Quizá tengas una sobrecarga de tareas. Tengas más responsabilidad, más preocupaciones y más ansiedad. Observa qué estados de ánimo aparecen más en función de las circunstancias o situaciones.
  4. Por en marcha cambios para mejorar las circunstancias y con ello tu estado de ánimo. Observa qué puedes delegar, si puedes pedir ayuda. Cómo tenerte más en cuenta a ti y tus necesidades. Mira si descansas lo suficiente, te hidratas y alimentas bien. Tienes relaciones sociales satisfactorias…
  5. Busca ayuda. Habla con personas afines. Que puedan entenderte. Que te ayuden a encontrar la manera de hacer los cambios que necesitas. Y desde luego, pide ayuda profesional. La combinación de psicoterapia y medicación puede significar un gran cambio en tu calidad de vida.

 

Mamen Bueno

Psicóloga sanitaria y psicoterapeuta humanista

 

(Foto: dlxmedia.hu)