La aceptación corporal es muy amplia, no solo está relacionada con los trastornos alimentarios. Si tienes algún tipo de enfermedad, un cáncer de pecho, alopecia, o algo físico, como verse la nariz más grande y no te gusta, también es falta de aceptación. La distorsión de la imagen corporal es muy amplia.
La aceptación corporal tiene que ver con la autoestima y el autoconcepto. Está muy ligada a la regulación emocional: a más estrés, más ansiedad, peor nos vemos.
En esta cultura, nuestro cuerpo es como la tarjeta de presentación, es lo que el/la otro/a ve. Y en base a eso que ve, crea una imagen que nos devuelve, en forma de de aceptación, de rechazo o de extrañeza.
La primera impresión es muy potente. Luego a medida que vas conociendo a la persona, vas reconstruyendo otros aspectos, pero lo primero que se construye es a partir de la visión.
La primera impresión de las personas está sesgada por la familia, la cultura y por la época. No es neutra.
La falta de aceptación se puede acentuar si la persona está siendo educada en un ambiente familiar y cultural donde siempre se está haciendo referencia a la imagen, tanto a la suya como a la de los demás.
Cuando escuchas mucho estos mensajes en casa, ese/a niño/a es el que luego en el colegio va a replicar ese modelo. Es una base que se va ampliando cuando luego llegas a la socialización más amplia de la escuela y a las siguientes.
Las narrativas son muy importantes, pero las conductas también. Las conductas alimentarias, lo que se tiene que comer o no, los modelos, qué lugar tiene la comida en lo que es la relación familiar. Si hay una buena base es más fácil que no afecte tanto.
Vivimos en una cultura en la que habrá que ir haciendo pequeñas deconstrucciones.
La imagen no es prioritaria frente a lo que es la persona. Tendríamos que ir más allá de su imagen. Todas las imágenes son válidas, todas son posibles, ninguna tiene más valor que la otra, simplemente son diferentes.
(Foto: Cortesía de Jukebox-print)