En algunas ocasiones, hay límites que están a la deriva o desplazados a otras áreas. Quizás, en la actualidad, no hay tantos límites en lo emocional, en lo comportamental, se deja que los/as niños/as exploren, se expresen, pero se ha desplazado a comer muy sano, a cómo les tratan, si te tienes que dirigir de tal manera mi hijo/a, etc.
Los límites son menos personales: no son solo al niño/a sino al mundo. Pones límites al mundo para que nadie toque a tu niño/a.
Se han dado casos de niños/as con mucha angustia y casi con trastornos de atracón cuando van a un cumpleaños porque en casa no les dejan comer alimentos no tan sanos.
Existe una fantasía de eliminación del conflicto y de la frustración que impide llegar al lugar del acuerdo y la reparación.
Ésta puede ser una de las razones por las que ahora, los límites son más paredes y si algo ha ido mal, se levanta una red flag. Es todo o nada.
En esta fantasía de proteger tanto a los/as niños/as de que todo sea tan perfecto, de que no haya conflicto, de que la frustración es una cosa casi mala para ellos/as no se da el hecho relacional más importante, que es, ya sea con el mundo o con las personas, equivocarse y reparar. Aprender y ver dónde está la distancia y dónde no, y ver la complejidad y las relaciones en su naturalidad.
Cuando en torno a los límites, los padres son ambivalentes, los niños son persistentes.
Y cuando mayor es ambivalencia a la hora de poner los límites, porque en unas ocasiones, desde el susto, los padres se ponen muy rígidos; en otras ocasiones desde el narcisismo, hay mucha exigencia, pero luego permisividad en cuidar las emociones, los/as niños/as entran en unas confusiones muy potentes y les cuesta unir los puntos y entender en realidad, cuál es el mapa organizativo.
(Foto: Cortesía de Daiga Ellaby)