La vergüenza corporal

El cuerpo se convierte en el depositario de la vergüenza. Cuando no hay una explicación externa se suele atribuir a uno/a mismo/a y al final, lo más tangible y manipulable en el cuerpo.

Hay personas que tienen asco de su propio cuerpo, de la forma, del olor… Incluso un odio muy fuerte que, en ocasiones, se manifiesta en frases como: “me cortaría una rebanada de tripa o de brazo”.

Se produce una disociación con las sensaciones corporales ya que nuestro cuerpo nos envía señales de que tenemos hambre y no las podemos dejar de sentir.

Se tiene la fantasía de asociar conseguir una talla y lo que se va a lograr cuando llegue ese momento. Lo que ahora me da vergüenza desaparecerá cuando llegue a ese objetivo, como por ejemplo, ponerme la ropa que me gusta.

La vergüenza corporal se vive en la mayor parte de las personas que atraviesan un trastorno de conducta alimentaria.

Los antídotos para superar una situación en la que sentimos vergüenza

  • La autocompasión
  • El autocuidado

 

Pero como todos los “autos” primero tiene que ser “inter”. Como la vergüenza está relacionada con la otra persona, también la autocompasión y el auto diálogo, tienen que haber tenido un modelo a través de la terapia o resiliencia.

Contar con otros/as que validen, que no juzguen, que tengan esa mirada más compasiva para cambiar ese diálogo crítico, casi cruel con uno/a mismo/a a un diálogo más compasivo y amable con uno/ mismo/a.

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