El límite es la experiencia de co-regulación con el/la otro/a. Por eso, si un niño/a no recibe esa regulación externa, es muy difícil que aprenda a regularse internamente. El yo auxiliar externo va ayudando a co-regular la relación con los demás y con uno/a mismo/a, hasta que ese hilo auxiliar se puede integrar en uno/a mismo/a.
Pero sin ese yo auxiliar queda una hiper activación descontrolada que nada ni nadie puede contener.
Los padres, las madres o los adultos responsables ejercen ese yo auxiliar co-regulatorio hasta que el/la niño/a aprenda a regularse por sí mismo/a.
Sin un yo auxiliar externo de modelo de co-relación, no hay un yo interno de adulto, no es posible un adulto auto regulable.
La congruencia da seguridad aunque sea para un límite con el que el/la niño/a no esté de acuerdo. Pero al marcarlo, ya sabe dónde está.
Los adolescentes se pelean con los límites de su familia de origen para construir los propios, pero antes hay que testarlos para ver con cuáles se quedan y con cuáles no.
Aquí volvemos a destacar la importancia del contacto. Poner límites en contacto con el/la otro/a, no desde una reactividad propia, sino en sintonía con quién es ese/a otro/a, qué edad tiene, qué necesita y qué necesito yo y el contexto.
(Foto: Cortesía de Inspa Makers)