A partir de la experiencia que tenemos como madres y en el marco del grupo terapéutico del Proyecto Luna podemos decir que, a la hora de marcar un límite, cuando se alinea esa validación interna y externa, fuera se produce un efecto inmediato, casi mágico.
Una de las terapeutas recordaba su experiencia personal: «me acuerdo de que mi hijo lloraba y lloraba en el coche y no había manera de calmarle. Y pararnos cien veces y lloraba y lloraba… Yo estaba súper angustiada hasta sintiéndome fatal por lo que le estaba haciendo a mi hijo. Hubo un momento en el que hice click y dije: está bien, que llore, tiene que ir en la sillita, es seguro y está bien. Y dejó de llorar de inmediato».
Aunque no siempre se produce el efecto de inmediato es importante recalcar que los límites no son algo que se ponen simplemente hacia afuera. Tienen que estar siempre acompañados de una validación hacia dentro, de una conciencia y una escucha interna.
Ya en la adultez, también aparece la dificultad a marcar límites porque entonces toca con el dolor de los límites que tú has recibido sin tener la contención necesaria.