La rabia es una es una emoción muy importante en el tema límites. Da la fuerza para poner un límite que cuesta porque, por otro lado, sufrimos viendo a la otra persona pasarlo mal.
Sin embargo, si solo usamos la rabia, podemos poner el límite de una manera dañina. La rabia puede ser el motor, pero el límite no debe ser la actuación de ésta.
La rabia también informa sobre lo que está bien, lo que está mal, lo que me gusta, lo que no, si es demasiado lejos, demasiado cerca…
La respuesta de la rabia inmediata no es la adecuada para fijar un límite. Se necesita un proceso reflexivo de lo que me está pasando.
Por ejemplo, me da rabia o miedo lo que el/la niño/a está haciendo y entonces actúo sin tener en cuenta todo el contexto alrededor de esa persona: ¿Qué le pasa? ¿Y qué necesita ¿Y qué necesito yo?
(Foto: Cortesía de Bejamin Elliott)