La ritualidad necesaria

(Por Noemí García Díaz, colaboradora en el Centro Terapéutico Gaztambide17).– Los seres humanos han desarrollado un universo simbólico que se materializa en forma de creencias, conceptos, emociones y actitudes y que permiten la interacción social dentro de una determinada cultura. En ese marco se inscriben las conductas rituales, acciones simbólicas que trasmiten y representan aquellos valores que mantienen cohesionada a una comunidad. El antropólogo Arnold Van Gennep afirmó que todas las sociedades tienen ritos similares para propósitos idénticos, normalmente asociados a las crisis vitales. Los ritos se presentan como ceremonias que permiten ese tránsito de una situación determinada a otra permitiendo superar el estado de liminalidad o indefinición generado por las crisis vitales.

El filósofo Byung-Chul Han ha señalado recientemente en su libro “La desaparición de los rituales”, que lo simbólico está desvaneciéndose. Desde su punto de vista, la pérdida de lo simbólico y de lo ritual remitiría a la progresiva atomización de la sociedad, que estaría avocada al narcisismo. Según este autor, la introspección narcisista conduciría a ocuparse de la propia psicología, convirtiendo a los seres humanos en homo psychologicus, atrapados en sí mismos, en su intrincada interioridad.

Si bien las sociedades, en general, se han ido atomizando y desacralizando, sobre todo en las ciudades, es imposible que los seres humanos pierdan su capacidad de simbolización por centrarse cada vez más en su psique. La capacidad simbólica es intrínseca al ser humano y la ritualidad, más que desaparecer se transforma y se adapta a las nuevas necesidades que tienen las comunidades.

Desde la incursión de la Covid hemos asistido a la suspensión de rituales fundamentales para superar los momentos de crisis.

  • La ritualidad generada en torno a la muerte permite la despedida de los seres queridos, un buen punto de partida para el tránsito del duelo.
  • La ritualidad de las celebraciones de la Navidad y el año nuevo, favorecen la comunión entre los miembros de la familia y nos recuerdan la posibilidad de un nuevo comienzo.
  • Las celebraciones de cumpleaños acompañan el crecimiento y el devenir de la existencia.
  • Los ritos de paso de los jóvenes a la edad adulta, marcados por el sistema escolar, permiten ir accediendo a grados de especialización, además de favorecer la socialización entre iguales.

Todas ellos son fundamentales para mantener el tejido social; todos ellos se han visto mermados con los consecuentes problemas psicológicos que ello conlleva.

El homo psychologicus no es una nueve especie diferente a la de otras épocas, necesita la ritualidad, y en ocasiones apoyo psicológico, para poder transitar las crisis. En ese sentido, los profesionales de la psicología ocupan lugares en la comunidad que antaño despeñaban otras personas. Siempre hubo crisis y siempre las habrá, pero la ritualidad suspendida es un fenómeno transitorio que ocurre en ciertos momentos de la historia. Esperemos recobrar pronto tanto el cotidiano como los tiempos extraordinarios que nos ofrecen los ritos.

 

(Foto: Simon Maage )

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