Buenos días tristeza… Un acercamiento emocional a la depresión

El trastorno depresivo abarca una variedad de síntomas tanto cognitivos, como conductuales, afectivos y físicos que permite que sea considerado como un trastorno heterogéneo. No obstante, algunos de los rasgos principales que lo definen es la existencia de un estado de ánimo deprimido, así como una disminución importante del placer por casi todas las actividades. La emoción que prima es la tristeza, un sentimiento cuya experiencia subjetiva puede oscilar en intensidad y que puede emerger ante situaciones que nos suponen alguna pérdida o que nos generen algún daño o perjuicio.

Para abordar la relación entre la depresión y la tristeza nos tendríamos que remontar al siglo V a.c, cuando Hipócrates formuló la teoría de los cuatro humores o sustancias fluidas que se sostuvo hasta el Renacimiento:

  • Sangre;
  • Flema;
  • Bilis amarilla;
  • Bilis negra.

 

La salud dependía del equilibrio de estas sustancias y se consideraba que un exceso de cualquiera de ellas producía una enfermedad. Estos humores se convirtieron en determinantes de los temperamentos del ser humano, cuya tipología melancólica estaría generada por un exceso de bilis negra.

La melancolía fue progresivamente eliminada del vocabulario médico para ser sustituida por depresión en los entornos psiquiátricos. De este modo, la tristeza pasó a ser utilizada para señalar la emoción adaptativa y transitoria frente al estado depresivo, un cuadro que perdura en el tiempo y trastoca los ritmos biológicos, donde la tristeza profunda impregna tanto los procesos mentales de la persona como su interacción con el medio.

La tristeza ha sido considerada junto como el miedo, la ansiedad o la ira como emociones negativas, que constituyen nuestra primera línea afectiva defensiva contra las amenazas externas. Sin embargo, cumple una función adaptativa fundamental en el afrontamiento de circunstancias vitales adversas.

En primer lugar, la ralentización del nivel funcional del individuo impide un derroche innecesario de energía, cuando no existe un plan de acción eficaz o no se dispone de los recursos suficientes para encararlo. Por otro lado, la atención dirigida hacia los procesos internos tiene una función de protección, al limitar el procesamiento de estímulos desagradables, además de favorecer la introspección y el análisis constructivo del problema. Por último, destacar que la persona tiende a buscar cobijo y apoyo social, una circunstancia que puede activar entre los allegados una vinculación empática.

La tristeza, por lo tanto, constituye una emoción fundamental en el equilibrio psicológico de los seres humanos, aunque no sea tan valorada como otras emociones que con frecuencia se consideran antagónicas como la alegría. Por este motivo, es importante darle la bienvenida cuando llegue a nuestra casa como huésped, al mismo tiempo que vigilamos que no se instale de forma indefinida.

Noemí García, psicóloga.

 

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