¿Qué es el Proyecto Luna?
El Proyecto Luna es un espacio de acompañamiento terapéutico para los procesos de las maternidades y las paternidades que se ponen en marcha con el nacimiento de los hijos e hijas.
Al acompañar estos procesos, hemos visto que nombrar los miedos y tomar conciencia de los bloqueos y creencias ayuda a mejorar el vínculo entre las madres y padres con sus hijos y esto contribuye al bienestar de los distintos miembros de la familia. Lo que ofrecemos es una opción de terapia específica para mujeres y hombres que estén atravesando la crisis que se puede despertar con la llegada de los hijos. Este es un proceso vital que trae consigo a nivel físico, psicológico y emocional una revolución que, al ser acompañada terapéuticamente, nos lleva a mayores comprensiones, mejor comunicación y estabilidad emocional.
¿Qué entendemos por “crisis” en relación a la crianza de nuestros hijos e hijas?
Tener hijos e hijas a menudo abre un proceso de crisis en las madres y en los padres porque es una experiencia que nos puede poner en contacto con vivencias dolorosas que habíamos olvidado. Nos plantea qué queremos en nuestras vidas: qué valores, creencias y formas de relacionarnos. Y además, nos muestra el mundo emocional en el que viven los niños y el que, como adultos, tal vez hemos desdeñado. Una clave para desandar este camino sería conectar con nuestra vulnerabilidad.
Estamos viviendo una época bisagra en cuanto a los roles en la crianza, en el cuidado de los hijos y de la casa y en la economía doméstica. Los papeles que hemos aprendido y que nos muestra la cultura ya no siempre encajan. Y son drásticamente diferentes para los hombres y para las mujeres. Durante nuestra andadura con el Proyecto Luna, tanto por nuestra propia experiencia vital como a través del acompañamiento a madres y padres, vamos constatando cómo nos puede afectar el embarazo y parto a las mujeres y la llegada del bebé a los hombres y a la pareja.
Las madres en muchas ocasiones se encuentran alteradas y lábiles durante los meses siguientes al parto, agotadas por no descansar bien, sorprendidas por la desaparición de su tiempo personal, del tiempo con su pareja y, por supuesto, para su profesión o autonomía económica. Quizá se sientan alejadas o desconectadas de ese nuevo ser que las reclama o sienten un vínculo muy fuerte con el bebé, pero desvinculadas del resto del mundo.
Los padres, alejados de este mundo emocional y no teniendo experiencias de cuidado, ni habiendo podido involucrarse desde el cuerpo en la relación con sus hijos, se pueden sentir excluidos. A la vez, quizá sientan el impulso de acercarse al bebé, pero no saben cómo hacerlo o temen hacerlo inadecuadamente. Tal vez reciban reclamos de su pareja que no comprenden, lo que los puede llevar a desconectarse de sus vínculos familiares, refugiándose en sus zonas de confort individual.
Pero socialmente, tras el nacimiento del bebé, probablemente tanto las madres como los padres se vean empujados a pretender una perfección absoluta y una felicidad exultante, lo que les puede llevar a sentirse doblemente inadecuados, incomprendidos y aislados. Así su realidad cotidiana se aleja de la imagen de “familia ideal” y pueden sentir que están fracasando. Entonces empiezan su búsqueda de información acerca de cómo criar “correctamente”, escuchando consejos y teorías de todo tipo, a veces contradictorias, en decenas de libros y websites de expertos. Esto tal vez les alivia, pero cuando intentan llevarlo a la práctica no siempre funciona y en muchas ocasiones los consejos no hacen sino aumentar su confusión y su sentimiento de culpa.
¿En qué nos basamos para nuestro acompañamiento durante esta etapa?
Todas las madres y padres son los mejores cuidadores posibles para su bebé. Lo que necesitan para llevar a cabo su tarea es encontrar un espacio en el que puedan aprender a escucharse y acompañarse a sí mismos, y así poder guiarse en la relación con su bebé. Hay tantas fórmulas válidas de crianza como madres y padres dispuestos a descubrir cómo hacerlo desde la honestidad, la conciencia y la compasión con ellos mismos. Todas las mujeres y todos los hombres nacemos con la capacidad de conseguirlo. Solo tenemos que buscar en lo profundo de nosotros mismos, dejar atrás estereotipos y clichés y encontrar nuestra forma de acompañar, contener y vincularnos con nuestros hijos e hijas.
Cuando vemos a adultos en tratamiento, una y otra vez nos encontramos con que hay heridas profundas, dolores muy hondos, que tienen que ver con cómo fue el encuentro y con sus madres y después con sus padres, desde el inicio mismo de sus vidas. La maternidad y la paternidad hacen aflorar muchos de estos conflictos y dolores inconscientes y nos brinda una oportunidad de oro para reconocerlos y superarlos mediante el motor potentísimo que es el amor hacia nuestros hijos. Por ello la labor terapéutica en torno a la crianza también es preventiva de daños mayores en los niños y niñas de cara al futuro y proporciona una mayor calidad de vida para la madre, el padre, la pareja y la familia en general.
¿Cómo trabajamos?
Además de atender en terapia individual y de pareja, tenemos grupos específicamente formados por madres y la posibilidad de crear grupos de padres y mixtos. Allí las personas que participan comparten sus experiencias y desafíos, lo que refuerza enormemente el trabajo terapéutico, ayuda a superar la sensación de aislamiento y facilita la superación de las dificultades que surgen.