El límite como proceso reflexivo

Podríamos decir que el límite, tal y como lo entendemos en el Centro Terapéutico Gaztambide17, es un proceso reflexivo, no reactivo.

El límite tiene que ver con una respuesta, no una reacción.

Desde la enorme exigencia que existe en torno a la crianza, a veces hay falta de previsibilidad y confusión: en algunos momentos, como madres y padres ponemos los límites porque nos sale del estómago y otras veces, en la misma situación somos muy blandos.

Muchas veces, el límite está asociado a otro nivel de velocidad, de angustia o de enfado.

En la psicología junguiana se comenta el ejemplo de la vasija que sostiene. Dentro encontramos el líquido, donde se produce la alquimia. Las personas también necesitamos una vasija contenedora para que se den los procesos.

Lo ideal es que exista un periodo de reflexión antes de poner un límite para que no se ejecute desde lo reactivo.

Para los buenos límites, el tiempo de reflexión entre lo que uno siente de manera impulsiva y antes de implementar el límite, es muy importante.

Y cuando no sea posible, luego se puede producir una reparación, pero sin mover el límite.

 

(Foto: Cortesía de Jametlene)

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